Hermanas de la Misericordia que sirven a su país: una historia del Día de Veteranos y Veteranas
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Por Catherine Walsh, redactora de artículos
Las Hermanas de la Misericordia tienen una riqueza histórica de servicio a nuestro país. Durante la Guerra Civil, Abraham Lincoln las llamó «verdaderas ángeles de la misericordia». Las Hermanas de la Misericordia también sirvieron en la Guerra Hispano-Americana para soldados enfermos y heridos. Más recientemente, antes de ingresar a la vida religiosa, las hermanas sirvieron en la Segunda Guerra Mundial, Vietnam y en tiempos que no eran de combate. Este Día de Veteranos y Veteranas compartimos dos de sus historias: el 10 de noviembre de 2022, Hermana Patti Baca, y el 11 de noviembre de 2022, Hermana Libby Fernandez.
Hermana Patti Baca: Veterana de la Guardia Costera
El 11 de noviembre, las Hermanas de la Misericordia celebran tanto el Día de los Veteranos y Veteranas como el día de la muerte de Catalina McAuley, su fundadora. «Conservo ambos días en mi corazón», dice Hermana Patricia Anne «Patti» Baca.
Cuando Patti emitió sus votos perpetuos como Hermana de la Misericordia, el 7 de mayo de 2022, agradeció a la Guardia Costera de los EE. UU. «Creo que la Guardia Costera me llevó a las Hermanas de la Misericordia», dice ella.
Creció en la zona rural de Texas «en un camino de tierra que no tenía nombre», en una «familia de poco dinero», dice. Sus padres pentecostales se divorciaron, pero sus abuelos fueron una «fuerza estabilizadora», especialmente su abuela católica, y creció en un orfanato dirigido por hermanas. «Estuve rodeada de mujeres religiosas en mi niñez por la amistad de mi abuela con ellas», dice ella.
Después de luchar con problemas familiares y universitarios, Patti se unió a la Guardia Costera a los 18 años por «tres comidas calientes y un catre», dice sobre la cama y la comida que se le brindó. «Me dio seguro médico. Me dio estabilidad».
Se sintió atraída por las oportunidades de la Guardia Costera para las mujeres y ascendió en sus filas. Durante años, la contramaestre «Bulls-Eye Baca», como se la conocía por su excelente puntería, trabajó en misiones de búsqueda y rescate en los Grandes Lagos. «Quería salir y contribuir», recuerda. Le atrajo el lema de la Guardia Costera, «Semper Paratus» («Siempre listo/a»).
El trabajo fue intenso. «Ves una ola de más de 15 metros que viene hacia ti y toda tu vida pasa frente a ti», recuerda Patti. Respondió a llamadas de socorro, incluyendo accidentes de avión, accidentes de buceo y botes volcados, así como a traficantes de drogas y migrantes. «Tener que enviar de vuelta a migrantes de nuestra frontera norte se convirtió en un dilema para mí», dice. «Sabía que tenían el derecho humano de buscar refugio».
El consuelo para su trabajo estresante provino de asistir a la misa dominical con sus compañeros y compañeras de barco. «Me atrajo el hecho de que todas las personas ahí estábamos unidas compartiendo la Eucaristía, aunque no podía comulgar porque no era católica», reflexiona. «Esa hora de misa también fue un tiempo en el que no estaba en el trabajo. Sabía que estaba a salvo». A los 28 años, la joven se convirtió al catolicismo. Pronto se encontró contemplando una llamada a la vida religiosa.
Patti conoció a las Hermanas de la Misericordia en un viaje alternativo de vacaciones de primavera. Conmovida por sus historias de servicio, supo que había encontrado la comunidad a la que quería unirse. Ingresó a la Misericordia en agosto de 2013. Ese diciembre, se retiró de la Guardia Costera después de 20 años. «¡Colgar mis botas por última vez lo sentí como el cierre de un capítulo para comenzar otro!», bromea Patti.
Mientras estaba en formación, como religiosa, Patti obtuvo su maestría en trabajo social. Hoy sirve en la clínica de cuidados paliativos para pacientes internados en el Hospital de la Misericordia en St. Louis, Missouri. Le encanta su trabajo y se apresura a hacer que pacientes y familias se sientan a gusto. Cuando un paciente se disculpó recientemente por maldecir frente a ella, Patti le dijo: «Fui marinera antes de ser hermana. Está bien, no hay necesidad de disculparse».
Los lemas que eligió grabar en el anillo que recibió durante la ceremonia de su profesión de votos perpetuos son «Quedarse quieta y saber» y «Apoyarse».
En estos días, Hermana Patti «se apoya» en el voto de servicio de las Hermanas de la Misericordia. «Acepto ese voto», dice ella. «Las Hermanas de la Misericordia están donde están los problemas. Nos presentamos y ayudamos a las personas que más lo necesitan. Es parte de mi ADN, eso es lo que hice en la Guardia Costera».