Por la Hermana Kathleen Erickson
En el núcleo del legado de Catalina McAuley están los conventos, hospitales, escuelas, hogares para mujeres, orfanatos y otros espacios de acogida creados por la Misericordia a lo largo de los años. Las invito a unirse a mí en esta reflexión sobre cómo ha cambiado el mundo desde 1827, cuando Baggot Street abrió sus puertas y la comunidad era joven y en expansión. Asumamos la presencia de Catalina entre nosotras en estas consideraciones.
Muchas preocupaciones en todo el mundo nos rompen el corazón y minan nuestra energía mientras celebramos este año, el Día de la Misericordia. Detente un minuto para nombrar algunas de ellas por ti misma. ¿No te parece que vivimos en una época extrema?
Vemos que las catástrofes climáticas y la violencia han provocado unos 82,4 millones de desplazados en el planeta que con demasiada frecuencia son recibidos con hostilidad en lugar de abrirles las puertas. ¿Cómo respondemos como personas y como comunidad, con un número menguado de miembros y eliminando instituciones, en lugar de crearlas? ¡Aun así estamos respondiendo!
Además de apoyar a las organizaciones que acogen a inmigrantes y refugiados, nuestra comunidad visita a aquellos que han sido detenidos, proporciona acompañamiento y asistencia legal en los tribunales de inmigración y recauda fondos para gastos legales y contribuciones. Muchas actúan como voluntarias en los centros de acogida, atendiendo a las necesidades prácticas y compartiendo lágrimas y risas con los desesperados.
La promoción y defensa se manifiesta en plantones semanales en las esquinas y a la salida de las instalaciones del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) con pancartas que recuerdan al público que las familias siguen separadas, los niños siguen detenidos y los países siguen cerrando las fronteras a quienes buscan asilo. Nos ponemos en contacto con funcionarios electos y escribimos cartas al editor para llamar la atención sobre las políticas estadounidenses que contribuyen al sufrimiento en Honduras, Afganistán, Haití y otros países.
Me siento apenada cada vez que una hermana me dice que se siente inútil porque ya no puede «hacer nada» para ayudar. La verdad es que todas podríamos sentir que nuestros esfuerzos son pequeños, incluso inútiles ante tanto sufrimiento.
Respira profundamente. Si al parecer vivimos en una época de odio y polarización extremos, ¿no estamos llamadas a contrarrestarlos con un amor extremo, con el reconocimiento de que no existen «ellos» y «ellas», y que todos somos uno? Sabemos que Catalina McAuley vivía esa realidad y que la oración era su primera prioridad, nunca un pensamiento a posteriori. Nuestra creciente comprensión de que la reflexión piadosa alimenta la interconexión de todo puede ser un regalo para estos tiempos turbulentos.
Barbara Holmes dice: «El amor es el mayor misterio de todos. No el amor como un sentimiento cálido y difuso, sino el amor como la fuerza animadora que nos mantiene unidas. Si creemos que Dios nos ama tal como somos y que todo lo demás es igualmente amado, desvelamos una realidad cósmica que da vida y una realidad semejante a la de Cristo que afirma la bondad de toda la creación…»
Tal vez la autora no lo articuló con las palabras de teólogas y teólogos actuales, pero creo que lo fundamental del legado de Catalina McAuley es la confianza en el amor como el mayor misterio de todos. Y creo que es NUESTRO trabajo explorar intencionadamente ese misterio y seguir insistiendo en las puertas abiertas, y SER una presencia acogedora en nuestro problemático mundo.
Feliz Día de la Misericordia.
Mientras luchaba con este escrito, un amigo me recordó la sección «Lecturas de la Misericordia» del libro de Oración de la Misericordia (página 347). Vale la pena explorarla para fortalecer la comprensión de la espiritualidad de Catalina McAuley.