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Celebrar la Misericordia en el Ministerio

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El sábado 24 de septiembre de 2022, celebraremos el Día de la Misericordia, el 195° aniversario del día en que Catalina abrió por primera vez las puertas de la Misericordia en Baggot Street para servir a las personas pobres, enfermas y necesitadas de educación. A partir del sábado 17 de septiembre, «Celebraremos la Misericordia» en la historia, poesía, educación, arte, justicia, música, ministerio y oración a través de reflexiones escritas por hermanas.

Por la Hermana Mary Waskowiak

¡Celebramos nuestra llamada al ministerio y decimos AMÉN! Entonces, ¿qué nos llamó — hermana, asociada, asociado o compañera — a la Misericordia? ¿Quién y qué nos sigue llamando, personalmente y como comunidad? ¿A qué nos llama nuestro cuarto voto de servicio en este momento de nuestra vida personal e institucional? Sabemos en nuestro interior que la Misericordia responde a una necesidad conocida y la necesidad es constante, mostrándose en el sufrimiento de las personas y de Tierra. La Declaración del Capítulo del Instituto de 2017 se centró en cinco Asuntos Críticos, y nombró a la inmigración como uno de los que requiere respuesta. La Casa de Misericordia en San Diego, California, es una nueva iniciativa que entrelaza misericordia y comunidad alrededor de personas necesitadas en ambos lados de la frontera entre Estados Unidos y México, al sur de California.

Inspirada por la presencia y la acción de la Misericordia a lo largo de la frontera sur de Texas, experimenté una llamada en 2020 para responder a las necesidades de los migrantes que cruzan la frontera en Tijuana, México. Con la motivación de las primeras casas de la Misericordia de Catalina McAuley, un antiguo convento en la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe en San Diego se ha convertido en la Casa de Misericordia, una casa en un área conocida por estar poblada en un 90 por ciento por personas hispanas, cuyo primer idioma es el español.

La comunidad de La Casa acoge a integrantes de diversos orígenes, edades, géneros y tradiciones religiosas. Hoy, Hermana Mary Kay Dobrovolny y yo compartimos comunidad con una joven hermana franciscana y una persona laica. Formamos y vivimos acuerdos comunes en torno a la espiritualidad, la comunidad y el servicio. Y estamos en conversaciones de discernimiento con otras personas que se sienten atraídas por la comunidad y el servicio.

Cinco programas atraen a feligreses y vecinos (con y sin refugio), así como a personas indocumentadas que «se sienten seguras al esconderse en público» porque la mayoría de las personas se parecen a ellas y hablan su idioma. Los programas incluyen un jardín comunitario (donde las familias que están aprendiendo a cuidar la Tierra plantan, cultivan y cosechan vegetales para sí mismas y para otras personas), un círculo de bienestar emocional y espiritual llamado «Sanando corazones», clases de inglés como segundo idioma (ESL) donde mujeres y hombres pueden mejorar sus habilidades de habla inglesa para el trabajo y la interacción diaria. El Centro de Recursos Comunitarios, anclado por los servicios de un trabajador social del condado de San Diego, ofrece a cualquiera que llegue comida, ropa, juguetes gratis y poder conversar. Gracias a la reciente subvención del Ministerio de la Misericordia, podemos contratar al personal adecuado para ayudar a quienes vienen a nosotras para obtener la documentación adecuada y otras necesidades de inmigración.

La mayoría de integrantes de la comunidad de La Casa tienen ministerios a tiempo completo fuera del centro de actividad, por lo que valoramos los recorridos periódicos de los domingos hasta el muro fronterizo. Allí nos tomamos un tiempo de paz para observar y escuchar las imágenes y sonidos del lado de la frontera de Tijuana. Oramos y, bajo la atenta vigilancia de la patrulla fronteriza, nos acercamos al muro para tocar las manos que se extienden hacia nosotras. Esta experiencia silenciosa, simple y poderosa es la que nos recuerda por qué somos una comunidad. También acogemos a cualquier persona, en su mayoría jóvenes mayores, a una experiencia semanal de lectio divina de una hora de duración, llamada La Palabra con Misericordia. Nos encontramos en la capilla, recientemente remodelada para ser una sala de meditación, para leer y reflexionar sobre el Evangelio del próximo domingo. El crecimiento de la pequeña comunidad es un precioso flujo de este tiempo compartido semanal.

Esta es una historia del llamado al ministerio de la Misericordia. Está evolucionando, y todas las personas son bienvenidas para llegar, ver y, tal vez, quedarse. Celebramos la llamada de Catalina, una llamada a amar y servir en la Misericordia.