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La Asunción de María: «Algo pasa en el cuerpo…»

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Por la Hermana Deborah Troillett

En la edición de julio/agosto de Commonweal, Tara Isabella Burton escribe: «El Magníficat me ayudó… María me ayudó. Mi prometido nunca gustó mucho de ella. Es solo una chica, solía decir. Solo una madre. Pero es María quien conoce la verdad en su cuerpo, la verdad de su cuerpo…».

Para muchas de nosotras, reflexionar en la Asunción de María puede evocar imágenes de vidrieras y representaciones del misterio en obras maestras europeas. Este año, yo no tuve tales imágenes. En cambio, llenaron mi mente las fotos de mamás negras (Allison, Wanda y Tamika, las madres de Botham Jean, Ahmaud Arbery y Breonna Taylor). Estas mujeres —solo mamás— que hacían frente a la ejecución de sus hijos por parte de agentes del «orden público», me llevaron a un lugar diferente al pensar en María y es que ella lo sabía en su cuerpo. Ver un video de casi nueve minutos del asesinato de George Floyd se sintió como una eternidad infernal. ¿Qué sostuvo a María mientras observaba durante horas la ejecución de su hijo a manos del «orden público» romano? ¿Qué fue ese «algo» que sucedió en su cuerpo?

Icono de María y Jesús. Por el artista Kelly Latimore. (Imagen usada con permiso del artista)
“Mama” por Kelly Latimore. (Usado con permiso del artista.)

En otro artículo reciente, Penn Rhodeen escribe en América que la ejecución de Jesús fue «llevada a cabo por tantos oficiales del estado como fueron necesarios para hacerlo con dominación total». Tras la muerte de George Floyd, estallaron manifestaciones mayoritariamente pacíficas en todo Estados Unidos y en todo el mundo. «Tienen que dominar las calles», dijo el presidente Trump a los gobernadores estadounidenses. Miles de manifestantes se mantuvieron firmes y pacíficos enfrentando incluso una fuerza brutal. ¿Qué fue ese «algo» que sucedió en sus cuerpos?

Burton continúa: «Algo sucede en el cuerpo que no se rige únicamente por la sangre, y eso es lo que hace que los valles sean altos y las montañas bajas, y también hace que un muerto vuelva a la vida. Que los orgullosos estén dispersos; que los poderosos sean humillados; que una virgen dé a luz un hijo: todo esto es parte del mismo milagro escatológico de Cristo. El orden social de las cosas —sus jerarquías, sus divisiones— puede parecer inevitable; no lo es».

Ese algo también «eleva» a los humildes y, en esta crisis social actual, ese algo me hace repensar en la importancia teológica de la Asunción de María. La verdad que María sabía tan «plenamente» en su cuerpo —que algo no gobernado puramente por la sangre, sino más bien una especie de conocimiento integral— la sostenía y la empoderaba por completo. Ciertamente, este grado de integridad se traduciría —cuerpo y alma— a la eternidad.

El Magníficat de María es la «buena nueva» del Evangelio para la solemnidad de hoy, y hoy, en la Oración de la Mañana y de la Tarde de las Hermanas de la Misericordia, oramos sobre la confianza de María —su conocimiento corporal— «para que se cumplan las promesas que se le hicieron».

Que en este día nuestras reflexiones y oraciones sostengan nuestro compromiso de actuar con justicia en la misericordia porque, también, SABEMOS que las injusticias, desigualdades y divisiones sociales actuales no son inevitables.

«Algo» está sucediendo en el cuerpo, en y a través de tantas… en y a través de nosotras —aquí y ahora— cuerpo y alma, «en la Tierra como en el Cielo».

«El Magnificar me ayudó… María me ayudó».

«Solo una mamá».