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La vida de Anne LaFrance ha dado muchas vueltas, pero la Misericordia siempre ha estado presente.

Como estudiante de secundaria en la Academia San Francisco Javier en Providence, Rhode Island, Anne recuerda que le llamaba la atención la generosa muestra de bondad de las hermanas. «Fueron maravillosas conmigo. Me tendieron la mano», dice.

Al terminar la secundaria y luego de rechazar tres propuestas matrimoniales, Anne sintió la llamada a la vida religiosa. Sus padres intentaron disuadirla de seguir su vocación, por lo que se tomó un año para discernir. «Creo que estaba presionando a Dios para que me demostrara que me quería tanto como yo a Él», dice.

Atendiendo a la llamada de Dios, ingresó en las Hermanas de la Misericordia en 1957 en Monte Santa Rita de Cumberland, Rhode Island. Comenzó su ministerio en la educación en la escuela primaria Santa María Goretti de Pawtucket. Los miércoles, las clases terminaban temprano para que las/los estudiantes de los barrios más empobrecidos pudieran acudir a la escuela para recibir instrucción. Anne les llevaba comida para que ellos luego se la llevaran a casa. En su siguiente trabajo, enseñó economía doméstica e inglés y fue directora de los servicios de alimentación en la Escuela Secundaria Bishop Feehan de Attleboro, Massachusetts. Diariamente y durante cinco años, ayudó a alimentar a 250 personas.  

Decidida a continuar su propia educación en los veranos que tenía libres, recibió ayuda económica para asistir a la Universidad de Fisk, en Nashville, Tennessee, y cursar una maestría en biología, química y física. Era una de las pocas estudiantes blancas de esta universidad históricamente negra y vestía el hábito completo de las Hermanas de la Misericordia.

Anne solía organizar grupos de estudio en un parque local. En Nashville acababa de eliminarse la segregación, por lo que sus reuniones de estudiantes resultaban muy inusuales. «Disipé muchas falsedades sobre el catolicismo. Incluso me reuní con estudiantes de la iglesia baptista y ellos me correspondieron y vinieron a la iglesia católica conmigo», recuerda.

En 1962 y debido a la enfermedad de su hermana, pidió una licencia a las Hermanas de la Misericordia. Su petición fue denegada y esta circunstancia la llevó a dejar el convento y comenzar su carrera como profesora laica en la Escuela Secundaria Lincoln, enseñando matemáticas y ciencias, hasta su jubilación en 1994.

Siempre se mantuvo vigilante de la precaria salud de su hermana y la visitaba en un hospital de Cape Cod, en donde se reencontró con una antigua compañera de Instituto, Hermana Shirley Agnew, capellana del hospital. Fue ella la que animó a la hermana de Anne a volver al catolicismo. En agradecimiento, ella le regaló una bicicleta para ir y volver de su trabajo en la misión.

Sus  actos de bondad continúan. Cuando cumplió 80 años, comenzó la tradición de pedir a sus amigos que hicieran donaciones a organizaciones benéficas en lugar de comprar regalos o invitarla a cenar. Su generosidad se extiende a las Hermanas de la Misericordia, a las que apoya económica y espiritualmente.

«Rezo todos los días para que, de un modo u otro, las obras de la Misericordia continúen», dice Anne.