Por Hermana Denise Lyttle
En preparación para el próximo Sínodo sobre la Amazonia, en noviembre del año pasado, como Hermana de la Misericordia que vive en Guyana, participé en un encuentro regional realizado en Rupununi, en el sur de Guyana, fronterizo con Brasil.
Allí, yo aprendí que nuestra Amazonia necesita ser cuidada por todas las personas, no solo quienes viven en la Amazonia. Alguien dijo: «el dolor y los quejidos de nuestra gente son los quejidos de nuestra Madre Tierra» que está llamándonos a ser más conscientes y responsables en cuidar de los «pulmones» de nuestro mundo, en los que depende nuestra vida y las de nuestras generaciones futuras.
Eso significa que, como parte de la naturaleza, Madre Tierra y esta diversidad, yo soy responsable por cuidar de ella. Todo lo que está pasando en la Amazonia me debe ser importante. No puedo ser indiferente a la deforestación, a la contaminación de los ríos y de la tierra, ni indiferente al sufrimiento de nuestros hermanos y hermanas en la región de la Amazonia.
Como Hermanas de la Misericordia, nosotras –junto a asociadas/os, colegas en el ministerio y amistades– hemos participado también en dos diálogos con representantes de REPAM, una red de la Iglesia Católica que promueve los derechos y la dignidad de la gente que vive en la Amazonia. Estas conversaciones hechas a través de la lente de Laudato Si’ tocó muchas problemáticas y preocupaciones para nuestra región, incluso títulos de tierras de nuestra gente indígena para tierras que ellos ha ocupado por generaciones, contaminación de nuestra agua tanto por la basura en la ciudad y la minería del oro en las regiones interiores, corrupción, la necesidad de una espiritualidad que sacie a la gente, el impacto de la deforestación, y los beneficios y desafíos de encontrar petróleo en Guyana.
Yo creo que la Iglesia de Guyana debe hacer un fuerte y serio compromiso con nuestros hermanos y hermanas que viven en la región de la Amazonia para ayudarles a mantener o fortalecer su manera de cuidar de Tierra, su cultura y su lenguaje. Es además un compromiso para la Iglesia y todos sus miembros trabajar por una mayor consciencia en toda área. Por ejemplo, el cuidado del medio ambiente comienza en cada hogar. Nosotras hermanas hemos respondido con el compostaje, reutilizando o reciclando artículos tanto como sea posible.
Espero que este Sínodo sobre la Amazonia, con las contribuciones de nuestras hermanas y hermanos en la región, nos ayude y a nuestra Iglesia a tener un «rostro de la Amazonia». Que nos ayude a ser más conscientes del cuidado de nuestra casa común. Que nos lleve a un compromiso más serio para vivir en armonía con nuestra Madre Tierra y con toda la belleza y diversidad que existe en ella. Y a valorar la vida de cada persona sin distinción.