Por Catherine Walsh, redactora de reportajes
La experiencia de Inmersión de la Misericordia en la Frontera, en El Paso, Texas, y Ciudad Juárez, México, tuvo lugar del 8 al 13 de mayo de 2022. La siguiente es una de una serie de cuatro reflexiones de participantes en esta experiencia.
La alegría que encontré en la frontera entre Estados Unidos y México en mayo me sorprendió. Escuché historias horrendas de personas que huyen de la violencia y la pobreza en Centroamérica, Haití y Ucrania, pero también vi innumerables actos de bondad por parte de los migrantes y de quienes les ayudan mientras estuve en El Paso, Texas, y en Juárez, México con las Hermanas de la Misericordia para conocer mejor por qué la gente viene en un número cada vez mayor. He oído decir que la frontera sur es la nueva Isla de Ellis.
A continuación, las fotos que muestran nuestro paso por la frontera.
Un agente de la Patrulla Fronteriza escolta a una madre y a sus hijos por el puente del Paseo del Norte desde El Paso, Texas, a Juárez, México, en lo que parece una expulsión de Estados Unidos. Debido al inoperante sistema de inmigración de EE. UU., que incluye el cierre del proceso de asilo, familias como ésta tienen pocos recursos legales para cruzar la frontera. (Los rostros están disimulados para proteger a la familia).
Un funcionario municipal explica que esta escultura, titulada Bienvenidos (Welcome), representa «lo acogedora que es la ciudad». Sin embargo, durante la pandemia, un enorme número de inmigrantes ha sido rechazado en los puestos de control fronterizos invocando el Título 42, una innecesaria norma de salud pública puesta en marcha por la pasada administración y que aún no ha sido derogada.
Una mujer de Anapra, México, mira hacia Estados Unidos mientras abraza los barrotes del muro fortificado por la administración Trump con un costo de $15.000 millones de dólares. Anapra, que en su día era un desierto deshabitado, es hoy un barrio de colonias cerca de Juárez que alberga a miles de personas desplazadas y empobrecidas en México por la destrucción del sector minifundista del país debido al TLCAN. Antes de que la frontera se militarizara, mexicanos y estadounidenses viajaban libremente entre los dos países.
En el lugar en el que una profesora hondureña murió hace poco al caer del Muro, Hermana Kathleen Erickson (con sombrero azul) recuerda cuando el Muro no estaba allí. Para entender por qué la gente huye de lugares como Honduras, en donde Estados Unidos apoyó un golpe de estado en 2009, ella dirige «recorridos de causas profundas» a Centroamérica para examinar cómo la política exterior estadounidense ha ayudado a crear un espiral de pobreza y violencia en estos países.
Alegres campeones de la justicia: Yvonne, Cristina Coronado, P. Bill Morton, SSC, y Elnora Bassey. Después de huir de El Salvador por amenazas de muerte proferidas por las pandillas, Yvonne viajó a Juárez donde encontró refugio en la Casa de Acogida dirigida por Cristina, coordinadora de la Pastoral Migratoria Columbana, y la Parroquia del Corpus Christi de Anapra. Yvonne rechazó el asilo en Estados Unidos que había conseguido con la ayuda de CLINIC, la red católica de inmigración de la que Elnora es abogada. En cambio, aceptó el llamado para ayudar a Cristina a recibir y cuidar a refugiados, especialmente haitianos, que se ven obligados a permanecer en Juárez debido a las políticas de inmigración de Estados Unidos.
Conocida por su creativa y constante ayuda a migrantes pobres en Juárez, Cristina (centro) es homenajeada con el chal de oración elaborado por una migrante, amiga de la Asociada de la Misericordia Margaret «Margie» Rudnik (derecha). Este chal fue proporcionado a través del Ministerio del Chal de Oración de St. Giles en Oak Park, Illinois, que envía muchos artículos de punto o ganchillo a la parroquia de Juárez desde hace dos años.
Nuestra Señora de Guadalupe ilumina con una linterna a migrantes en este mural de la iglesia de El Paso para ayudarles a cruzar con seguridad el Río Grande. Desde 1994, unas diez mil personas han muerto al cruzarlo, con un notable aumento de las cifras tras las medidas de «tolerancia cero» en materia de inmigración.
La Hermana de origen irlandés Bea Donnollan SHSp, de 88 años, que enseñara a sus estudiantes a cantar America the Beautiful, ahora ve a su país de adopción a través de los ojos de los que buscan refugio en la Casa de la Anunciación Vides. El apoyo de Estados Unidos a las «guerras sucias» de Centroamérica ha llevado a innumerables migrantes a la Casa, explica ella. «Culpo a nuestro gobierno por su sufrimiento». El mural que está detrás de ella representa a miembros de la familia Vides asesinados en El Salvador.
El agente de la Patrulla Fronteriza W. Pumarejo y la asociada de la Misericordia Joanne Castner conversan después de que el agente y un colega suyo (no aparece en la foto) hicieran la presentación de su trabajo a la delegación de la Experiencia de Inmersión en la Frontera. Aunque Pumarejo insistió en que la agencia cumple la ley y que hace mucho bien, incluso salvando vidas, las organizaciones de derechos humanos y el Departamento de Seguridad Nacional han encontrado numerosos abusos durante años.
Hermana Betty Campbell, de 87 años, en su santuario en el patio posterior de la Casa Tabor, en Juárez, en la que ha vivido por más de 25 años. En sus paredes, ella y quienes la visitan escriben los nombres de los que han muerto violentamente en la frontera, así como los de miles de mujeres mexicanas que han desaparecido.