Nuestra serie de reflexiones de Adviento dará inicio el viernes 19 de noviembre. El tema para este año es: «Esperamos con gozosa esperanza». Cinco hermanas y asociadas explorarán cómo este concepto se relaciona con los Asuntos Críticos de la Misericordia incluso cuando anticipamos la gran alegría de la Encarnación. La serie comenzará con la reflexión de Hermana Benvinda Pereira sobre el asunto del racismo. Asociada Rowshan Nemazee reflexionará sobre el asunto de las mujeres, Hermana Tita López sobre la Tierra, Hermana Deborah Troillett sobre inmigración y finalmente Hermana Diane Guerin sobre la no violencia.
Por la Hermana Benvinda Pereira
Mientras Estados Unidos empezaba a escribir su versión de la historia de la revolución negra, basada en «Tengo un sueño» de Martin Luther King, yo ingresé a la Misericordia. Casi seis décadas después, nuevamente, la nación escribe creativamente otro capítulo de su historia, esta vez basada en Black Lives Matter (Las vidas de las personas negras importan), y sigo presenciando la injusticia, la desigualdad, la brutalidad de la inhumanidad del hombre hacia la humanidad. Al llegar a su fin el Mes de la Historia Afroestadounidense Católica este año, se inicia el Adviento; esperamos con gozosa ilusión al Salvador, y seguimos esperando justicia.
He sido testiga de cómo el racismo afecta —emocional, espiritual y psicológicamente– a las personas que se parecen a mí. No podemos remover o encubrir nuestra piel negra, facilitando que el blanco del racismo este siempre sobre nosotros. Cuando más cambian las cosas, más permanecen igual— el viejo refrán, entristece mi alma. Por casi seis décadas, mi objetivo en la vida ha sido sanar las heridas de los demás, tratando de reconstruir los fragmentos de su humanidad con esperanza, compasión y un poco de conocimiento médico y ciencia. ¿Habrá hecho alguna diferencia? ¿Fue suficiente la esperanza y el cuidado del pueblo de Dios al margen de la humanidad?
Mi fe me da fuerzas. Siempre pude sacar fuerzas y ánimos de la sabiduría de mis mayores. Esta fe, primero sustentada en el vientre seguro de mi familia, después fue trasplantada en la Misericordia para seguir fortificándome en mi caminar. Durante mi caminar, observé a mi alrededor el caos, la injusticia, la desigualdad y la maldad que surgieron del racismo. También fui testiga directa de los efectos de este mismo racismo mientras su maldad se infiltraba en el tejido cultural de la Misericordia— la Misericordia, un microcosmos de nuestra sociedad. La narrativa del racismo institucional sistémico es real; es una entidad viviente, casi imperceptible y profunda. El racismo institucional no puede considerarse simplemente anecdótico, ni el antirracismo como un simple ejercicio intelectual. El racismo florece porque las iniciativas contra el racismo fallan. El fracaso de un Instituto antirracista no es una opción. El fracaso permite que el denigrante pecado del racismo erosione lentamente el tejido de la Misericordia, reduciendo todo lo que la Misericordia se ha convertido durante los siglos.
Mi alma ha sentido el flujo de esperanza cuando la Misericordia empieza a luchar contra las inquietudes de convertirse en un Instituto antirracista. Es importante para las personas antirracistas estar presentes en este momento de nuestra historia. La obra es ardua e introspectiva. Todas deben estar dispuestas a llevarla a cabo. ¿Cómo se verá la narrativa de este Instituto en una década? ¿Seguiremos en el proceso de convertirnos y jamás ser un Instituto antirracista?
Al contemplar con ansias las muchas opciones que mis años de jubilación pueden deparar, viene a mi mente el antiguo himno evangélico de Clara Ward. «Cómo lo superé. Mi alma recuerda y se pregunta, cómo lo superé». Al meditar sobre estas palabras, mi alma recuerda y ve los rostros de mi madre, de mi abuela y de generación tras generación de fuertes matriarcas negras que han avivado mi fe. Mujeres negras envueltas en el resplandor de una fe que vive con sabiduría, valor, audacia de propósito, tenacidad, misericordia, compasión, empatía, risa, humor y amor. Es por esta fe en mí, y a su voluntad de llevarme en su espíritu, que sigo en pie.
A medida que entramos en esta temporada bendita de Adviento, una temporada de anticipación por la esperanza manifestada, agradezco a Dios por la creación de mujeres negras fuertes. Mujeres cuyas almas fueron y siguen siendo creadas en la resistencia, el valor tenaz y la determinación requerida para permanecer firmes en la fe y hacer lo que fuera necesario para vivir con fe, con gozosa esperanza que la Misericordia abrace esta fe y exista como un Instituto antirracista.