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Tienes que experimentar el sábado por la noche para apreciar el domingo por la mañana

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Por la Hermana Pat Kenny

En estos días, he estado pensando en los israelitas que vagaron por el desierto durante años. El entusiasmo de escapar de Egipto y de los carruajes y cuadrigueros del Faraón deben haber desaparecido bastante rápido cuando se encontraron horneando bajo un sol implacable durante el día, congelándose por la noche y sedientos todo el tiempo. Me pregunto si la nube de día y la columna de fuego de noche fueron un gran consuelo cuando estaban cansados, hambrientos y crecían día a día las inevitables peleas que vienen con el hecho de estar demasiado tiempo con demasiada gente. No puedo entender cómo generaciones enteras pasaron toda su vida vagando, siguiendo a un líder que claramente no tenía ni idea de a dónde iban.

A medida que nos enfrentamos a lo desconocido, etiquetado esta vez con el dudoso nombre de COVID-19, hay una creciente necesidad de saber, ¿cuánto tiempo durará esto? ¿Cuánto tiempo nuestras vidas se verán alteradas por restricciones que nuestras generaciones nunca han experimentado? ¿Cuánto tiempo pasará antes de que encontremos una cura, una vacuna, un medicamento, algo que nosotros, que somos tan poderosos, exitosos, realizados en todos los sentidos, se espera que sepamos o descubramos o hagamos? ¿Cuánto tiempo pasará antes de que nuestro gobierno detenga las interminables discusiones y peleas sobre todo lo que hay que hacer?

Los estadounidenses no somos los únicos en nuestra impaciencia nacional, pero tal vez seamos un poco más impacientes que muchas personas cuyas vidas nunca fueron tan cómodas como la nuestra. Muchos de nosotros tenemos poca experiencia de verse negados aquello que creemos que es nuestro derecho. Le damos un nuevo significado a la palabra «derecho», algunos más que otros. Durante siglos, los inmigrantes han arriesgado sus vidas para llegar a un lugar en el que esperan y creen que podrán vivir una vida sana, libre y productiva. No toma mucho tiempo para que sus hijos y los hijos de sus hijos crean que tienen derecho a esa vida.

Las pandemias tienen una larga historia en este mundo, y sabemos por esa historia que terminan. Algún día, quizás sólo después de varias «oleadas» de esta enfermedad, la conquistaremos. Nuestras vidas nunca serán las mismas, pero seguiremos adelante. ¿Y qué habremos aprendido? ¿En qué serán nuestras vidas diferentes? ¿Cómo este terrible momento de nuestras vidas generará algo que valga la pena todo este sufrimiento?

Esta es una oportunidad, ahora que todo está fresco y todavía es doloroso, no sólo un punto en la gran crónica de la vida humana como lo será dentro de 100 años. ¿Podemos imaginarnos a las personas que realmente queremos ser? ¿Podemos reunir el coraje y la convicción para hacer realidad esa visión? Sólo entonces tendremos la oportunidad de encontrar nuestra Tierra Prometida.