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«Es la temporada»: encontrar consuelo, esperanza y paz a través de las palabras de la Madre Catalina McAuley 

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Por Hermana Larretta Rivera-Williams 

Ya en octubre, Hallmark y los grandes almacenes revelan ideas de decoración y regalos navideños. Para muchos, esto despierta alegría y expectativa. Pero para el corazón sentimental, especialmente para quien haya perdido a un ser querido durante este santo tiempo, la llegada anticipada de la Navidad puede resultar emocionalmente agotadora. 

A menudo me pregunto qué diría Catalina McAuley sobre los problemas graves y deshumanizantes que enfrentamos hoy, en particular la inmigración y el racismo. Sin embargo, en medio de estas preocupaciones, sigo encontrando un profundo consuelo en sus palabras sobre la muerte. 

Me envuelvo en el calor de las reflexiones de Catalina sobre el paso de esta vida a la siguiente. Parecía enfrentarse a la muerte sin temor. Su receta está llena de compromiso inquebrantable, confianza, fe y esperanza. 

Cuán pesado debe haber estado su corazón cuando envió a las hermanas a formar nuevos cimientos, sabiendo que no las volvería a ver. Y, sin embargo, las confió, y se confió a ella misma, al poder infinito de Dios, confiando en que Dios atraería a cada alma a la eternidad. 

Mi Dios, yo soy tuya por el tiempo y la eternidad. 

He pronunciado las palabras del Suscipe innumerables veces, a menudo sin escuchar con atención la profundidad de lo que estaba profesando. Soy de Dios mientras respiro, pero ¿qué he considerado realmente sobre la eternidad? 

A medida que envejezco, me doy cuenta de que ahora conozco a más personas en la eternidad que en este lado de la vida. Los miembros de la familia, amigos, mentores, incluso las personas que recuerdo desde la primera infancia, me han precedido. 

Esta temporada es difícil no solo para mí, sino también para muchas otras. Nos alegramos cada año del nacimiento de Jesús; sin embargo, los recuerdos de «cómo solían ser las cosas» afloran en nuestro interior y despiertan el delicado dolor del duelo. 

Recuerdo a quienes me dieron forma: mis padres, mi padrastro, mis abuelos maternos, mis primos y mis queridos amigos. Personas que influyeron en mis convicciones, mi integridad y mi comprensión de la Misericordia. Su ausencia se convierte en un conmovedor telón de fondo durante una temporada llena de saludos, regalos y recuerdos coloridos. 

Entonces, me trago las palabras de Catalina y las dejo filtrar en los rincones de mi mente, trayendo consuelo a mi alma: 

Mi Dios, yo soy tuya por el tiempo y la eternidad. 

El Suscipe es rico en significado. Es una profesión de fe, una declaración de amor y un compromiso firme con el Dios que nos sostiene. Nos asegura que la vida con Dios es tanto de ahora como de la eternidad. 

«Nos reuniremos todas en el cielo, ¡qué alegría da el solo pensarlo!». 

Al igual que la Oración de San Francisco o el Padre Nuestro, el Suscipe es un modelo de vida. Una oración que nos fortalece, nos alienta y nos enseña a vivir con esperanza para lo que está por venir. 

Con esta base en Dios y en la Misericordia, puedo mantener cerca a quienes ahora viven en la eternidad mientras aprecio a quienes caminan a mi lado hoy. 

«Cada día es un paso que damos hacia la eternidad, y así seguiremos dando día a día hasta dar el último paso, que nos llevará a la presencia de Dios. Caminemos siempre delante de Dios en previsión de ese día». 

Catalina McAuley 

Que los saludos y las decoraciones de la temporada se conviertan en bendiciones de paz para todas las personas que necesitan consuelo, esperanza y sanación.