Por Chinotu Kwelle, estudiante del último año de la Academia Mount St. Mary en
Little Rock, Arkansas
La Servidora de Dios, Hermana Thea Bowman, FSPA, nació el 29 de diciembre de 1937, con el nombre de Bertha Elizabeth Bowman. Era la única hija de una familia respetada de la clase media en Yazoo City, Mississippi. Su amor por Dios se inició a una temprana edad ya que su familia estaba arraigada en las Sagradas Escrituras, historias y música. Asistía a la iglesia con su familia todos los domingos dónde desarrolló su amor por los sermones y la música. Bertha asistió a la Escuela del Santo Niño Jesús en Canton, Mississippi. Se sintió atraída hacia el catolicismo por la manera en que las Hermanas Franciscanas de la Adoración Perpetua (FSPA, por sus siglas en inglés) realmente cuidaban de sus estudiantes negros. Fue bautizada, a los nueve años, como católica cuando se enamoró de la hermandad. Les contó a sus padres sobre su anhelo de convertirse en una hermana; sin embargo, sus padres no estuvieron contentos. A los quince años, se convirtió en miembro de las Hermanas Franciscanas de la Adoración Perpetua en La Crosse, Wisconsin el 21 de agosto de 1953, tomando el nombre religioso Thea. Fue acogida en el convento con los brazos abiertos, pero siendo la única hermana negra, tuvo que encontrar su lugar dentro de una comunidad totalmente blanca. Fue una estudiante excelente, obtuvo su licenciatura y maestría en inglés y se formó para ser profesora. Fue la primera mujer afroamericana en doctorarse en Teología de la Universidad de Boston.
Hermana Thea enseñó en la Escuela Primaria Santísimo Sacramento en La Crosse por dos años. Durante ese tiempo, cuando le urgió regresar a Canton para cuidar de sus padres ancianos, fue asignada a enseñar en la Escuela del Santo Niño Jesús en Canton, Mississippi, por siete años. Cuando Hermana Thea regresó, el obispo de Jackson, Mississippi, Joseph Brunini, la nombró directora de la Oficina de Asuntos Interculturales de la Diócesis de Jackson y recibió la bendición de su comunidad religiosa para cumplir con su nombramiento. En este cargo, pudo abogar por los católicos de la raza negra. En 1984, perdió a sus padres y luego le diagnosticaron cáncer de mama. A pesar de su diagnóstico, expresó «Viviré hasta que muera», y así lo hizo. Su discurso más importante fue en el año 1989 ante los obispos de los Estados Unidos, en el cual les explicó cómo se sienten los católicos negros en la Iglesia Católica. Después de seis años de luchar contra el cáncer, Hermana Thea Bowman falleció en su pueblo natal rodeada de sus hermanas Franciscanas y su mejor amiga el 20 de marzo de 1990.
Lo más inspirador de Hermana Thea Bowman es que nunca permitió que el cáncer obstruyera su servicio al Señor. Aun cuando cada día estaba más enferma, siguió viajando por el mundo difundiendo las buenas nuevas del Señor. Una cualidad de Hermana Thea que me gustaría imitar en mi propia vida es su perseverancia. En cualquier situación difícil, tiendo a quejarme, pero Hermana Thea nunca se quejó cuando las cosas se pusieron difíciles. ¿Nunca se quejó o cuestionó a Dios, «¿Por qué a mí?» Aceptaba los desafíos en su vida y los ponía en manos de Dios.
Es importante que los católicos negros sean reconocidos como santos ya que así se les reconoce su valentía durante la época de segregación. Los católicos negros se sienten validados cuando los católicos blancos ya no los ven como extraños sino como personas que sirvieron al Señor con todo su corazón. Desde una temprana edad, Hermana Thea Bowman anheló ser una hermana. Los católicos jóvenes no deben temer al llamado de Dios. Dios puede utilizar a cualquiera, sin importar su edad, para dar la gloria al nombre de Dios. Se les debe recordar a los católicos que todos somos parte del Cuerpo de Cristo, trabajando unidos para estar más cerca de Jesús. No debemos avergonzarnos de ser católicos, sino que debemos mostrar nuestra fe católica con orgullo como lo hizo Hermana Thea. Hermana Thea Bowman me enseñó a estar siempre alegre en todas las circunstancias. Me enseñó a alabar a Dios en todas las circunstancias y a irradiar alegría en toda habitación a la que ingrese. La vida de Hermana Thea Bowman es un ejemplo de una fe católica independientemente de su color, origen y edad.