Por Verónica Estrade, Comunicaciones
Elena Razzoti es asociada de la Misericordia desde hace casi 15 años. Se unió a la comunidad por su interés en saber más sobre la vida de Catalina McAuley y el carisma de la Misericordia modelado por las hermanas con las que trabajó: Hermanas Marta Barry, Cristina Mira y Charo Lillo. «Trabajar con ellas me ayudó a crecer espiritualmente. Aprendí a hacerlo en la diversidad e inclusión. Estoy muy agradecida y feliz de haberlo hecho», dice Elena.
En El Camino de la Misericordia, Hermana Mary Sullivan relató la historia de una joven sirvienta que acudió a Catalina, que entonces todavía vivía en Coolock House, buscando un lugar donde vivir porque «su virtud estaba en peligro», presumiblemente por las insinuaciones sexuales hacia ella del amo de la casa donde trabajaba. Catalina trabajó diligentemente para encontrar un alojamiento seguro a la joven, pero sólo encontró procedimientos rígidos y retrasos, lo que finalmente resultó en una «calamidad». A Elena le impresionó esta historia. «Lo que le pasó a Catalina con esa joven y cómo pensó que los espacios creados no eran lo que esa joven necesitaba es lo mismo que pasó para que surgiera la Casa de la Mujer en Moreno».
¿Cómo nació Casa de la Mujer?
Casa de la Mujer fue una iniciativa de Hermana Marta Barry. Al igual que Catalina, reconoció que el espacio original destinado a la catequesis no satisfacía las necesidades de las mujeres. Marta comprendió que las mujeres necesitaban un espacio propio para hablar de sus problemas y desafíos, no sólo la capilla a la que acudían con sus hijas/os. Así, transformó el espacio en el centro que conocemos hoy. Lleva funcionando 25 años. Además de atender las necesidades de las mujeres, Casa de la Mujer también trabaja con la infancia y ofrece servicios como logopedia y terapia ocupacional.
¿Cuántas hermanas participan actualmente en Casa de la Mujer?
Hermana Marta Barry sigue involucrada, aunque ahora más como visitante. Hermana Charo Lillo coordina la casa, junto con Inés Mocchi, Silvia Depascual, Alejandra Dedek y yo (Elena Razzoti); Daniela Cantoso, Asociada de la Misericordia, trabaja en la recepción y representa el primer punto de contacto para las mujeres que buscan ayuda. Olga Villán, también Asociada de la Misericordia, es una psicóloga que trabaja con las mujeres.
Al mismo tiempo, contamos con un personal de recepcionistas voluntarias que son el primer punto de contacto con las mujeres. Se trata de una función clave, ya que ofrecen un espacio seguro y cálido a las mujeres vulnerables que buscan ayuda.
En su experiencia, ¿cuál es el tipo de violencia más frecuente que sufren las mujeres?
La violencia puede manifestarse de muchas formas. Las más conocidas son la violencia física, emocional e institucional. La violencia física puede ser intrafamiliar o externa; por ejemplo, el maltrato perpetrado por miembros de la familia como padres, hermanas, hermanos, cónyuges o incluso hijas e hijos. La violencia institucional incluye el maltrato en instituciones de salud, por parte de la policía o cualquier otra entidad pública o privada. La violencia psicológica y económica también son frecuentes. La violencia económica, en particular, es muy frecuente, ya que limita la independencia económica de la mujer, afectando a su capacidad para trabajar y mantenerse, especialmente en casos de separación conyugal.
¿Cómo se abordan estos problemas de violencia en Casa de la Mujer?
Nuestro enfoque es holístico. Las mujeres que vienen aquí buscan sanar tanto física como emocionalmente, ya que sus cuerpos y sentidos de autoestima se ven afectados por situaciones de violencia.
Cada taller de Casa de la Mujer está diseñado para cubrir diferentes aspectos del proceso de sanación. Por ejemplo, tenemos talleres corporales que incluyen sesiones de danza creativa, yoga, qigong, folclore, eutonía y similares. Además, hay un taller de ayuda mutua llamado «Organizar las emociones». También hay talleres que ofrecen espacios de conexión y relajación para ayudar a las mujeres a reforzar su autoestima. Estos talleres demuestran a las mujeres que son capaces de aprender oficios y herramientas que les permitan la independencia económica en el futuro. Estos talleres incluyen ganchillo, macramé y un curso de reiki.
Para la infancia, hay un taller de grupo adaptado a este público concreto también llamado «Organizar las emociones», y otras terapias específicas como terapia ocupacional, estimulación temprana y logopedia. También ofrecemos servicios de psicología clínica y asesoramiento.
Esto es muy importante porque la violencia, especialmente la violencia psicológica, implica hacerte sentir que no vales nada, por lo tanto, recuperar la autoestima es fundamental para seguir adelante.
¿Qué es lo que más le alegra del trabajo realizado en Casa de la Mujer?
Lo que me proporciona más alegría es ver a las mujeres superar sus dificultades. Cuando vemos a una mujer avanzar, estudiar y alcanzar sus objetivos, sentimos que nuestro trabajo tiene sentido. Ver a las mujeres encontrar fuerzas y empezar un nuevo capítulo en sus vidas nos produce una profunda satisfacción y confirma el impacto positivo de lo que hacemos.