Por Hermana Barbara Moore
El reconocido escritor James Martin, S.J., en su libro Las Siete Palabras, escribe: «En realidad, nuestro Dios sufrió intensamente y, como veremos, muchas de las cosas que Él soportó son las mismas que nos hacen sufrir a nosotros. Así que nuestro Dios es compasivo, solidario y empático con nosotros, comprende nuestras vidas, porque Él mismo las ha experimentado». (p. 9). Esa afirmación se ve claramente en la hermosa meditación de Martin sobre las últimas palabras de Jesús.
Al reflexionar sobre ellas nos encontramos con un Jesús moribundo que expresa la única de las siete palabras que parece centrarse en sus propias necesidades: «Tengo Sed». Las otras seis contienen un enfoque adicional hacia el exterior: «Perdónalos», «Ahí tienes a tu madre» o el anuncio «Consumado es». Al profundizar en cada una, nos damos cuenta de que todas contienen un enfoque inmediato hacia el exterior, y además, contemporáneo.
A menudo, tú y yo damos por sentado el hermoso don de nuestros cinco sentidos cuando nos encontramos con los demás y vivimos nuestra vida cotidiana. Cada uno de estos cinco sentidos permitió a Jesús dirigirse a su propio entorno, a las necesidades de los demás y a situarse en el mundo de los otros.
No es de extrañar que la sed física se convirtiera en una necesidad primaria para su cuerpo destrozado luego de su juicio, de la decisión de Pilatos y de la reacción de la multitud, sus exigencias y los golpes que recibió. El acto de la crucifixión puede parecer estéril cuando leemos sobre él, pero cuando comprendemos su crueldad y el uso que Roma hizo de ella como medida disuasoria, su enorme dolor supera nuestra imaginación. Y por supuesto, humanamente gritó: «Tengo sed».
Pero si reflexionamos sobre los Evangelios, Jesús tuvo sed a múltiples niveles. Su expresión «Tengo sed» fue una característica de toda su vida y ministerio.
Entrar a la sinagoga de su juventud y compartir con sus vecinos que «hoy, en presencia de ustedes, se ha cumplido este pasaje de la Escritura» (Lc 4,21) solo para luego experimentar su ira, sus expresiones de violencia, su rechazo y sus amenazas, tuvo que ser muy doloroso. Estaba sediento de su amor y aceptación, como todos lo estamos de aquellos a quienes conocemos y con quienes tenemos una historia.
Él tenía sed de que hombres, mujeres y niños estuvieran libres del hambre, la enfermedad, la posesión y la violencia. Él tenía sed de que su amada comunidad de fe volviera a los profundos significados de su ley y de los rituales judíos. Anhelaba ver el corazón de su fe en el centro del escenario. «El sábado se hizo para el hombre…» (Mc 2,27), mientras Él actuaba para curar a los demás. Incluso llegó a identificarse con los sedientos de su época y de la nuestra. «Les aseguro que lo que hayan hecho a uno solo de estos, mis hermanos menores, me lo hicieron a mí». (Mt 25,40)
¿De qué tengo sed en este tiempo de Cuaresma?
Esta quinta palabra final se repite a diario cuando experimentamos la violencia armada a nuestro alrededor, las guerras, el sufrimiento de los niños y el hambre, y tenemos sed de que el Reino de Dios se instale entre nosotros. La violencia contra las mujeres y el odio entre y dentro de las culturas llenan nuestras vidas y nuestros medios de comunicación.
La sed humana no es una necesidad física solitaria, sino comunitaria y continua en nuestras vidas, como lo fue en la vida de Jesús. Hay tantas cosas que tú y yo anhelamos y de las que tenemos sed en nuestras propias vidas y en nuestro sufrido mundo. Ahora que se acerca la Semana Santa, quizá haya algún aspecto de nuestras vidas que necesite nuestra atención. ¿De qué tengo «sed» esta Semana Santa?
La poetisa Mary Oliver, en su libro Sed, escribe…
Otra mañana y me despierto con sed
de la bondad que no tengo.
Camino hacia el estanque
y durante el recorrido, Dios nos ha dado hermosas lecciones.
Oh Señor, nunca fui una alumna diligente
sino retraída y encorvada sobre mis libros
más allá de la hora y la campana;
concédeme, en tu misericordia,
un poco más de tiempo.
El amor por la Tierra y el amor por ti
mantienen una larga conversación en mi corazón.
Quién sabe qué sucederá finalmente
o adónde seré enviada, pero ya he regalado muchas cosas,
esperando que se me diga que no lleve nada
excepto las oraciones que,
con esta sed, estoy aprendiendo poco a poco.
Amén.
También pueden leer el blog semanal de Hermana Barbara sobre las Escrituras dominicales en barbaramoorersm@tumblr.com