Estamos indignadas.
Estamos indignadas porque:
- El 21 de enero, durante una celebración del Año Nuevo Lunar, una de las noches más alegres del año, una noche llena de esperanza por el futuro, un hombre entró en un salón de baile de Monterey Park, California, con un arma de asalto y mató a 11 personas e hirió a 10 más.
- El 23 de enero, un hombre disparó y mató a siete personas latinas y asiáticas que trabajaban en labores agrícolas en Half Moon Bay, California. A varias de las víctimas les disparó frente a sus propios hijos.
- El 23 de enero, una persona muere y otras siete resultan heridas durante un tiroteo en una gasolinera de Oakland, California.
- Un niño de seis años tiene acceso a un arma, sabe utilizarla, la lleva al colegio en su mochila y la utiliza para disparar en el pecho a su profesora.
- Cuando una madre de 23 años rechazó el flirteo de un hombre, la respuesta de éste fue dispararle y matarla.
Estamos indignadas porque:
- Disparar un arma es una respuesta demasiado habitual en la resolución de conflictos cuando existen tantas opciones no violentas.
- La industria de las armas y el cabildeo de las armas siguen explotando el miedo individual y comunitario y trabajan para poner más armas en las manos de más personas.
- La angustia y el dolor inmediatos tras la pérdida de una vida no se han traducido en reformas sustanciales, y las armas de asalto siguen siendo accesibles.
Los tiroteos de Monterey Park y Half Moon Bay, en California, han causado una profunda herida en la comunidad asiático-estadounidense, una comunidad ya traumatizada por el nivel sin precedentes de crímenes de odio agravados durante la racialización de la pandemia de COVID. Sentimos dolor por las personas de origen asiático y nos solidarizamos con ellas frente a todas las formas de violencia que perturban su sentido de la paz, de seguridad y comunidad.
No hay nada normal en los niveles de violencia armada que estamos presenciando, y nos negamos a insensibilizarnos ante esta violencia y el número de vidas humanas que la violencia armada sigue costando al pueblo estadounidense. Las Escrituras nos recuerdan que cada ser humano ha sido creado a imagen de Dios; cada muerte por arma de fuego no es una estadística, sino la pérdida de una vida llena de dignidad, valor y promesa. La frecuencia de los tiroteos masivos está ocurriendo a un ritmo que nos roba tiempo y espacio para llorar y sanar. Sin embargo, aunque como creyentes sumemos nuestras oraciones y lamentos a las de tantas otras personas, no podemos seguir limitándonos a reaccionar, rezar y repetir este ciclo de muerte.
Sólo han transcurrido 23 días de este nuevo año y Estados Unidos ya ha sufrido 39 tiroteos masivos. No estamos a salvo en el trabajo, nuestros hijos no están a salvo en la escuela, no estamos a salvo en las tiendas, no estamos a salvo en las celebraciones.
Es hora de que, como comunidad de fe, nos comprometamos inequívocamente a poner fin a la violencia armada.
Las Hermanas de la Misericordia de las Américas dicen que esto debe terminar YA.