Por la Hermana Ana María Siufi
En noviembre se realizó en Egipto la Conferencia de las Partes, COP 27 para revisar acuerdos sobre el cambio climático y avanzar en ellos. Fui parte de la delegación de Mercy Global Action (MGA son sus siglas en inglés) viviendo una desafiante y educativa experiencia junto a Hermana Angela Reed (directora de MGA), a Cecilie Kern (de la oficina de MGA) y a Hermana Magdalene Musau de Kenia.
Estuvimos como parte de la sociedad civil, vivenciando cada día la multiculturalidad e internacionalidad en los miles de rostros, vestimentas, lenguas, mensajes, resistencias, riesgos, resiliencias y reclamos expresados por grupos indígenas, campesinos, isleños, mujeres, jóvenes, organizaciones y ciudadanos de todas partes unidos por el deseo de frenar la devastación climática.
Casi no hubo intercambio entre la sociedad civil y las delegaciones gubernamentales. Sus difíciles negociaciones para llegar a acuerdos nuevos o asegurar los compromisos ya hechos, se realizaron en algún lugar inaccesible para nosotras y para acordar un Documento se extendieron un día y medio más, luego del cierre de la conferencia el 18 de noviembre. Un paso dado fue el compromiso de crear un fondo para paliar los daños y pérdidas que están sufriendo muchas regiones.
Hubo comentarios acerca de la presidencia egipcia de la conferencia que en el tema energético no facilitaba la lucha contra el cambio climático. La presencia de más de un centenar de mandatarios y el temor por actos violentos, hizo que hubiera extremas medidas de seguridad cotidiana y la dictadura egipcia impidió actos masivos de protestas de los grupos ecologistas, habituales en este tipo de cumbres.
Los indígenas de la Amazonía, Siberia, Ártico, Colombia, México, Filipinas, etc. coincidían en sus reclamos: que se termine el extractivismo devastador en sus territorios y la violencia que mata a los defensores de la Tierra; que las comunidades participen activamente de los proyectos contra el cambio climático y las normas que se legislan; que haya menos burocracia e intermediarios y más diálogo directo con los gobiernos, que las ONG actúen en el terreno y no en escritorios y que los recursos económicos lleguen a quienes viven y defienden la vida en sus territorios. Tristemente escuchamos que alrededor del 5% al 8% del dinero necesario para preservar la naturaleza, llega a las comunidades indígenas. El resto queda en el camino: en manos de gobiernos, las ONG, asesorías y empresas.
En síntesis, el grito de quienes cuidan el 80% de la biodiversidad era: descolonizar los métodos, respetar sus sabidurías ancestrales y eliminar: la economía ilegal, la economía de la deforestación o proyectos contaminantes, el tráfico de tierras y la amenaza de la judicialización o de grupos armados.
También la voz de las mujeres empoderadas se escuchó en distintos paneles exponiendo con rituales y emotivas palabras, sus sufrimientos y luchas contra la invisibilización y exclusión de género. Ellas se sienten hijas de la Madre Tierra y la Luna, cuidadoras de las semillas y almacenadoras de los alimentos, las gestoras del agua. Ellas continúan adaptando sus saberes a las consecuencias del cambio climático y los transmiten a sus hijos y nietos. Reclamaron estar en la mesa de negociaciones climáticas, que se respete su identidad cultural y de género, sus métodos de restauración de bosques y que se repare el gran daño que la colonización hizo a sus familias al robarles sus hijos, sus tierras, su cultura.
Todo está interrelacionado: el clima, el agua y la diversidad biológica y cultural. Hace décadas que suena la alarma de una posible extinción por un sistema económico extractivista devastador, sostenido por países poderosos y grandes corporaciones, que estuvieron presentes en la COP como auspiciadores de la misma. Es bastante obvio que los avances contra el cambio climático son muy pobres y están interesados en continuar con sus negocios de costumbre, manteniendo un sistema que los enriquece, aunque esté en riesgo el presente y futuro de la humanidad y se degrade el planeta.
Creo que la Misericordia nos está llamando a educarnos y educar sobre el cambio climático y sus causas sistémicas como el extractivismo, estar atentas a reconocer las falsas soluciones que nos proponen los mismos que lo están provocando, hacer incidencia en los niveles de gobierno que podamos, socorrer a las víctimas del cambio climático, orar por los perseguidos por defender los territorios y animar para que los ciudadanos se comprometan y defiendan la vida amenazada.
Señor de la Vida, ablanda esos corazones que adoran al dios dinero, danos a todos amor a la vida, amor a la diversidad, la justicia y la paz. Que escuchemos el llanto de las víctimas del cambio climático, que aprendamos que el dinero no remedia todos los daños y pérdidas y que seamos cuidadores y no depredadores. Que venga a nosotras la fuerza para luchar, la luz para actuar y la misericordia para sanar. Amén.