Domingo de Ramos – Reflexión sobre la Bienvenida
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Para Cuaresma este año hemos pedido a ocho hermanas y asociadas/asociados que reflexionen en las Bienaventuranzas y el modo en que podemos incorporar cada una en nuestro caminar personal de Cuaresma. Habrá más reflexiones publicadas el Miércoles de Ceniza, Domingo de Ramos, Jueves Santo y Pascua.
Por la Hermana Ana Siufi
“Muchos tomaron ramos de palma y salieron a su encuentro gritando: – ¡Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor…!” (Jn 12,13)
Vemos cotidianamente que muchas promesas, predicaciones o consejos son olvidados e incumplidos por aquellos que los dan. Sobran ejemplos de comportamientos y discursos erráticos o claramente contradictorios en nuestra propia vida, comunidades o instituciones.
Hace 2000 años en Jerusalén la presencia de un maestro, sanador y profeta que hacía maravillas y hablaba con autoridad, despertó una bienvenida llena de entusiasmo, cantos y honores con palmas y mantos para ser pisados por el burro prestado que montaba. Seguramente la memoria de esta escena acompañó a Jesús unos días después, cuando debió enfrentar la traición, la conspiración, negaciones, miedo, huida y abandono de discípulos, condena gritada o silencio indiferente. El amó esta complicada humanidad hasta el fin y nos enseña como amarla también nosotras.
El Domingo de Ramos nos revela a un Dios humanizado que asume plenamente las contradicciones de lo humano: nos abraza como somos, seres apasionados o dormidos, liberados o llenos de prejuicios, capaz de estremecerse y llorar así como anestesiarse y matar; admiradores de lo bello y lo santo o sus despreciadores; luchadores por la justicia o vendidos y traidores; derramando ternura o gozando con la tortura; defendiendo la paz o haciendo guerras.
Creo que hoy es ir contra la corriente, salir de nuestra zona de confort y dar la bienvenida a la autenticidad, a la visión, al amor, a la sabiduría, al perdón, a la lealtad, a la sanación profunda porque es más fácil y conveniente la simulación, la salvación individual, la manipulación discursiva, el silencio descomprometido, la autojustificación.
Además Jesús nos pide que abramos las puertas y demos la bienvenida al perseguido, al pobre, al enfermo mental, al adicto, al negro, al indio, a la mujer violentada, a los estigmatizados o crucificados de mil modos, en vez de descartarlos, abandonarlos, sacrificarlos y perseguirlos silenciando sus gritos. Ellos son el Hogar de lo Sagrado y de lo Humano y no pueden ser escondidos bajo la alfombra de un mundo que les cierra sus puertas.
Demasiadas palabras o silencios disimulan las condenas a muerte como la de Jesús: el hambre los mata, las enfermedades los matan, las mafias los matan, el desierto o el mar los mata, los fenómenos naturales matan, el terrorismo mata, el machismo mata, su elección sexual. Pero ¿quién mata real o simbólicamente a tantos millones de personas cada día, decidiendo que esas vidas no son bienvenidas? ¿Cómo nos lavamos las manos ante tanta muerte y somos cómplices de mil maneras? ¿Qué costo pagamos para ser bienvenidos en esta sociedad que nos mide por el color, la billetera, los títulos, la belleza?
Que no griten las piedras lo que nosotros callamos (Lc 19, 40) y que la hermandad que nos hace compasivos no sea sólo una u-topía (no lugar) sino un sincero y concreto programa de vida, la meta de nuestras acciones personales, locales, nacionales y globales, como nos lo recuerda la encíclica Fratelli Tutti.
Esta canción «Antorcha» de Humberto, Pegoraro nos recuerda del caminar de Cuaresma y la bienvenida de comunidad.
Antorcha para iluminar mi viaje
Calor de hogar en mis tiempos de invierno
Principio y fin tiene esta travesía
Si me guía tu luz y arde tu fuego.
Ando contigo y todo es maravilla
Desde la pequeñez habla el Misterio
Y ya no creo en las casualidades
Si me guía tu luz y arde tu fuego.
Busco ese Manantial que siempre canta
Desde el fondo de mí y allí te encuentro
Y no le temo a las profundidades
Si me guía tu luz y arde tu fuego.
Me hiere la crueldad de la injusticia
Quiero ser libre, lucho, me rebelo
Por Ti soy pueblo y no me salvo solo
Si me guía tu luz y arde tu fuego.