Por la Hermana Jan Hayes
El 21 de junio de 1964, James Chaney, Andrew Goodman y Michael Schwerner fueron asesinados por miembros del Ku Klux Clan en el condado de Neshoba, Mississippi. Los tres jóvenes —dos blancos y un negro, todos en sus 20 años— estaban trabajando en el Proyecto Verano de la Libertad para registrar a afroamericanos con la finalidad de que votaran. Habían pasado la tarde investigando la quema de la Iglesia Metodista Unida Monte Sión en la comunidad de Longdale, posible ubicación para una Escuela de la Libertad, antes de que el Ku Klux Clan detuviera su automóvil, los secuestrara y asesinara brutalmente. Sus cuerpos fueron enterrados en un dique de tierra a pocos kilómetros de la iglesia. La investigación del FBI sobre este caso se repitió en la película de 1988 Mississippi en Llamas. Este año marca el 56 aniversario de su muerte.
Los activistas de los derechos civiles han obtenido muchos logros desde 1964, uno de los más notables es la Ley de Derechos Electorales de 1965. Pero a pesar de este progreso, hoy están resurgiendo muchas de las mismas técnicas de supresión de votantes que se usaron entonces. Hoy en día, aún hay quienes quisieran impedir que las personas de color y los pobres ejerzan su derecho al voto como ciudadanos, principio básico de una sociedad democrática. No solo quieren detener el progreso que se ha logrado en los derechos del voto, sino que quieren retroceder el reloj para borrarlo. En los Estados Unidos, las legislaturas estatales y los líderes políticos han promulgado leyes restrictivas que penalizan la presentación de formularios incompletos para el registro de votantes, a través de campañas de registro de votantes. Están eliminando lugares de votación en las comunidades de color y en los campos universitarios. El gobernador de Texas ha limitado a un lugar por condado las urnas para el voto de ausencia, lo que dificulta, o hace imposible que las personas con transporte limitado las utilicen; esa restricción fue confirmada por la Corte de Apelaciones del Quinto Circuito de EE. UU. Las barreras arbitrarias al voto, como exigir un documento de identificación a un/a votante y rechazar el documento de identificación de estudiantes, impiden que más personas participen en nuestras elecciones.
El hecho de que estos obstáculos se están creando durante la pandemia solo suma la naturaleza trágica de la situación. Las personas de color y los pobres han sufrido más muertes per cápita por Covid-19 que cualquier otro grupo estadounidense. Muchos son trabajadores de primera línea que utilizan el transporte público para ir a trabajar, lo que los pone en mayor riesgo de infección. Muchos tienen viviendas inadecuadas y su acceso a la atención médica suele ser limitado. Las personas en estas comunidades también han experimentado una cantidad desproporcionada de pérdidas de empleos y el cierre de sus pequeñas empresas, de un solo propietario.
Este regreso a las técnicas de supresión de votantes, de la era de Jim Crow y de una época de intenso sufrimiento, es inconcebible. Viola directamente los Asuntos Críticos de la Misericordia y la conciencia de los estadounidenses solidarios en todas partes. Esto debe enfrentarse con un esfuerzo igualmente decidido de nuestra parte para rechazarlo.
Los Asuntos Críticos de la Misericordia nos llaman a cada una de nosotras a hablar contra la supresión de votantes y ser ejemplos de activismo y esperanza para la próxima generación. Miro la película Mississippi en Llamas en mis clases de ética para bachillerato en medios de comunicación de la Universidad Webster y les cuento a mis estudiantes sobre James Chaney, Andrew Goodman, Michael Schwerner y muchos de los otros jóvenes que fueron Viajeros de la Libertad durante el movimiento de derechos civiles de la década de 1960. Los miembros de la Generación Z que están en mi salón de clase, son parte de la generación más diversa racial y étnica en la historia de los Estados Unidos. Saben del activismo medioambiental de la sueca Greta Thunberg, el llamado a la educación de la niña por parte de Malala Yousafzai de Pakistán y la insistencia en regulaciones razonables sobre armas, por parte del activista estadounidense David Hogg y sus compañeros de clase que sobrevivieron a los tiroteos de 2018, en la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas en Parkland, Florida. Muchos de ellos han salido a las calles con otros miembros de su generación en marchas de protesta Black Lives Matter (Las vidas negras son importantes).
Nadie podía imaginar cómo iba a ser nuestro país 56 años después de los asesinatos de Cheney, Goodman y Schwerner. Hoy, todavía nos encontramos luchando por el derecho de los pobres y personas de color para que participen activamente en nuestra democracia y elijan representantes que se alineen con sus valores. Debemos abrazar nuestro futuro sin olvidar nunca nuestro pasado. Y debemos continuar viviendo el legado de hombres y mujeres que lucharon y murieron por nuestros derechos para que, las futuras generaciones, puedan cosechar los beneficios de una democracia más fuerte y vibrante.