Por la Hermana Michelle Marie Salois
¡Jesús, resucitado de entre los muertos, nos dejó! ¡Inicia con una pérdida el Don del Espíritu Santo! ¡Pero Jesús nos asegura que el Gozo del Espíritu es MEJOR!
Esta verdad espiritual hace eco a una verdad en desarrollo; de niños aprendemos a confiar y obedecer (o temer) a nuestros padres, a la autoridad, y a considerar «bueno» todo lo que aprueban o recompensan. A muchos les resulta fácil continuar así hasta la edad adulta: permaneciendo leales a cierta autoridad externa. Podemos adherirnos a lo que una persona o partido nos dice que es bueno o malo, sin examinar realmente los problemas o aprender de los demás. ¡Inconsciente o conscientemente clasificamos a los demás como dignos o indignos en función de criterios visibles, si afirman nuestra misma religión, cultura, color o incluso nuestro peso corporal o estado económico!
La persona espiritual madura puede, en cambio, seguir los impulsos del Espíritu mediante un discernimiento interno. Aprendemos a distinguir los deseos de la carne contra los frutos del espíritu.
«… el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio propio. Frente a estas cosas no hay ley que valga» (Gálatas 5,22-23).
A medida que surgen opciones y dilemas, el adulto considera la razón, la sabiduría de los demás y los hechos disponibles, pero escuchar la Verdad y Camino está en el cuerpo; prestamos atención a los signos sutiles de paz, alegría y atracción. Consideramos las consecuencias previsibles para una misma y para las demás. La experiencia real luego guía a más experiencias: ¿Me llevó esto a ser más amable? ¿Más generosa? ¿Debo continuar por aquí o corregir mi curso?
¡La Escritura del día nos habla de los sueños de Dios para con nosotros y aseguran exactamente que Él nos llama a este tipo de libertad profunda!
«Sus hijos e hijas profetizarán, sus jóvenes verán visiones y sus ancianos soñarán sueños», y «también sobre mis servidores y servidoras (¿trabajadores esenciales?) … derramaré mi espíritu».
«No han recibido un espíritu de esclavos, para recaer en el temor … sino de hijos adoptivos».
«Si alguien me ama cumplirá mi palabra… y vendremos a él/ella y habitaremos en su interior».
Y se nos muestra cómo sería el mundo si muchas personas vivieran de acuerdo al Espíritu Santo: ¡Personas que se sienten secas y sin vida se vuelven carne y viven! ¡Inmigrantes que reciben una patria!
¡Imaginen si recreáramos el primer milagro de Pentecostés donde la Babel de los malentendidos se supera con el lenguaje y las buenas noticias que todas las personas entienden! Quizás aún más impresionante para nosotras/os como estadounidenses, que atestiguamos a los primeros cristianos en la verdadera vida comunal:
«Se llenaron de Espíritu Santo y … La multitud de los creyentes tenía una sola alma y un solo corazón. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo lo tenían en común».
¿No nos comportaríamos con más generosidad si tuviéramos la confianza de que nuestros dones y sueños son bien recibidos y que nuestras necesidades serán satisfechas?