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10ª estación: Jesús es despojado de sus vestiduras

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Por la Hermana Rita Valade

Cuando era niña reflexionaba en la 10ª Estación del Viacrucis, recuerdo estremecerme ante la humillación de estar desnuda frente a todas las personas. ¿No fue suficiente con golpear a Jesús? ¿Por qué los soldados malos hicieron eso? Conforme iba madurando, mi sensibilidad se atenuaba ante la humillación del ser despojada. Supongo que preferí pasar hacia una interpretación más metafórica sobre el ser despojada de mis varias apariencias y defensas. Sin embargo, cada vez que escucho que se despoja a refugiados de sus pertenencias, cuando oigo de prisioneros despojados y torturados sometiéndolos debajo del agua, de mujeres traficadas para fines sexuales o de personas que son obligadas a estar desnudas contra su voluntad, es cuando reflexiono nuevamente en esta 10ª estación.

El forzar a alguien a exponerse y a vulnerabilidad completa solo puede venir de un deseo de degradar y hacer que alguien sea «otra cosa» menos que un ser humano, sin que posea rasgos de amor o cualidades redimibles. Jesús conoció esta deshumanización. Jesús la vivió.

¿Cuándo he deshumanizado a otra persona? ¿Cuándo aborrecí a otro sintiéndome justificada en mi disgusto y pensando que esa persona era menos que yo o que no merecía mi respeto? Odio admitirlo, pero he sentido tal repugnancia. Sé que en mí yace el potencial para ser cruel, mala y degradante hacia otra persona.

Querido Jesús, por favor, sáname de las características que encuentro perturbadoras en las demás personas. Que solo pueda yo empoderar y alentar a los demás a crecer en tu Gracia. Que nunca despoje a alguien de su dignidad o humanidad.