Por la Hermana Patricia McCann
Estos son momentos críticos. La pandemia del coronavirus, junto con sus implicaciones para la salud política y financiera de nuestra nación, desafía incluso a las más estables de nosotras. ¿Qué hacen las personas para salir adelante?
Mientras veo en la televisión las noticias de la noche siento una creciente preocupación por lo del COVID-19, y me hace pensar en nuestras primeras hermanas. Un pequeño grupo de Hermanas de la Misericordia llegó a los Estados Unidos en diciembre de 1843, donde abrió el Hospital de la Misericordia en Pittsburgh en 1847, y en 1848 estalló una desastrosa epidemia de tifoidea.
Estas jóvenes irlandesas, que apenas estaban recuperándose de la nostalgia por sus familias y país que habían dejado atrás, se dedicaron a la atención de pacientes con fiebre tifoidea.
La Hermana M. Jerome McHale cuenta lo que sucedió en su historia de la comunidad de Pittsburgh, On the Wing:
«Cuando se recibió al primer paciente con tifoidea en enero de 1848, había una gran ansiedad, ya que las hermanas sabían lo que se experimentó en Irlanda durante el ataque de la fiebre de tifoidea. . . . Agotadas y desgastadas por las exigencias impuestas, una a una de las hermanas se fue enfermando. La Hermana Anne Rigney contrajo la enfermedad y murió el 11 de febrero de 1848. El 3 de marzo, la Hermana Catalina Lawlor, postulante recién recibida, murió. Dos días después, la Hermana Margaret Reinbold, novicia, murió, y el 9 de marzo, la Hermana M. Xavier Tiernan, murió».
La Hermana Xavier fue la primera estadounidense en unirse a la comunidad, entrando en 1844.
¿Qué permitió a esas jóvenes enfrentar esa epidemia? Sabemos que su respuesta al llamado de la Misericordia de servir a los enfermos estaba basada en la fe, pero eran personas reales como nosotras. Deben haber sentido miedo y ansiedad y un cierto grado de disgusto por las tareas que en esos días se pedían a las enfermeras. Su heroísmo reside en el hecho de que no se escondieron de la vida; cumplieron tareas ordinarias con generosidad extraordinaria. Es un legado inspirador y una valiosa lección de vida en el año 2020.
Me gusta pensar en estas primeras mujeres como parte de una personal comunión con las santas a quienes puedo rezar en estos días difíciles:
«Queridas mujeres valientes, ustedes que recorrieron el camino de la Misericordia antes que nosotras, han conocido epidemias en otros tiempos y lugares. Sean nuestras guías ahora mientras navegamos por caminos nuevos y aterradores: una pandemia mundial, agitación social universal y angustia económica, y tanto miedo, dolor y ansiedad en la gente común. Sabemos que de algún modo hay bendiciones en todo esto; ayúdennos a encontrarlas y compartirlas. Caminen con nosotras. Amén».