Tercera Semana de Adviento — Invitándonos a la alegría de Adviento
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Por Hermana Vilma Alayo
Esta es la tercera reflexión en nuestra serie de blogs del Adviento 2019.
En esta estación de esperanza y anticipo, les invitamos a subscribirse a nuestro blog y a leer junto con nosotras.
Nos vamos acercando a la gran fiesta, La Navidad… y ¿cómo estamos preparándonos?
Esta semana de adviento nos invita a la alegría, y la liturgia bien nos introduce en ésta desde el anuncio de Isaías: “miren a Dios…viene en persona a salvarnos” … “los ciegos ven… los mudos cantan”, señales de mucha vida que nos revelan la presencia de Dios, que es amorosa y compasiva. En forma semejante en el Evangelio según Mateo, escuchamos a Juan Bautista repitiendo este anuncio y nos llama a preparar la venida del Señor, un Señor que confirma su presencia con hechos y gestos que emanan de su amor sanador y liberador, emite signos que el profeta, otro hombre o mujer de Dios puede identificar como signos de la presencia salvadora. Jesús, Dios con nosotras/os, redime todo lo que opaca la vida del ser humano, tantos males corporales, enfermedades, que en esa época se atribuían como señal de pecado, infundiendo en esta forma vida: digna, fraterna, armoniosa.
Acercarnos a estas lecturas nos permite contemplar cómo Dios llega y se inserta en nuestra vida, con gran amor, con una presencia gozosa, serena, profunda, lo que desde nuestra fe puede renovar la alegría en nuestra identidad de ser cristianas/os, así como originarla en el corazón de aquellas/os que no tienen la alegría de conocerlo aún. En este sentido tenemos una tarea y estamos llamadas/os a vivir el gozo en nuestro mundo interior e inyectar en el externo, allí donde hay pobres y sufriendo con tanto malestar, tristeza, depresión, desencanto, y por lo mismo, tantos desprovistos/as de la alegría.
Por ello justamente aquí, cabe preguntarnos: Al encontrarnos con ellos, ¿cómo nos ven? ¿Pueden despertar y sonreír si ven nuestros rostros qué estamos viviendo en nuestras vidas como cristianos/as? ¿Es la alegría que se vive con el placer instantáneo, o sí, expresamos aquella que es actitud, camino, misterio; la que vivió el Maestro y ciertamente lo mostró hasta en los momentos más cruciales? Él, no perdió el gozo, lo vemos manifiesto en el sentido que dio a su vida, a cada acontecimiento, a cada cosa desde el amor. Por consiguiente, la alegría se convierte en el termómetro que mide nuestra caridad, la alerta en ausencia de la misma; y la que por ello en este tiempo nos provoca responder, ¿dónde estoy buscándola y qué me hace perderla?
Finalmente podemos quedar con esta mirada y seguir descubriendo en el Evangelio de este tiempo, cómo Jesús sigue presente en nuestra vida con signos de tierno amor, característica de la alegría que vivió, fruto del espíritu, y que reside en el encuentro fiel con su padre. Jesús, el hijo de Dios encarnado, origina y fortalece en cada una/o este gozo auténtico y nos permite permanecer y hacer nuestra su palabra, “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea perfecto”. (Jn.15, 10-11)