Por Hermana Janet Korn
Me registré para el Día de Acción Católica del 18 de julio en Washington, D.C., sin pensar antes en todos los detalles. Solo supe que quería estar ahí. El propósito de involucrarme en la desobediencia civil fue para llamar más la atención sobre la difícil situación de los niños inmigrantes en El Paso, Texas.
Unos días después, empecé a preguntarme por las cosas prácticas. ¿Voy a poder manejar 400 millas yo sola desde Rochester, Nueva York, a Washington, D.C.? ¿Dónde me voy a quedar y cuánto me va a costar? ¿Dónde te puedes estacionar en D.C.? ¿Qué autobús, metro o tren tomas para ir al edificio Russell del Senado? ¿Dónde está el edificio? Mandé mi «sí» antes de tener las respuestas a estas interrogantes. ¡Yo solo quería ir! Sabía que tenía que estar ahí.
Envié una invitación general a todas las hermanas y asociadas/os para participar conmigo en el Día de Acción Católica. Al inicio nadie respondió, pero conforme pasaban los días, la Hermana Mary Marvin me hizo algunas preguntas generales sobre la desobediencia civil y el viaje. No pensé que estuviera considerando seriamente en participar, pero conforme vi que buscaba más respuestas a sus interrogantes, entonces me di cuenta de que realmente quería ir. Después de su propio discernimiento, también ella estaba lista para dar su «sí» a la desobediencia civil. Ya éramos dos, lo que hacía que todo fuera menos desalentador.
Para mí fue fácil decir «sí» de inmediato, el participar en la desobediencia civil y después preocuparme por los detalles. Mary, mi cómplice, fue una compañera maravillosa y mucho mejor con los detalles.
Hace muchos años, tuve la oportunidad de servir en Chile cuando el país atravesaba un golpe militar. Fueron tiempos difíciles, que me ofrecieron la oportunidad de servir junto a hombres y mujeres que formaban parte de la resistencia. Algunos habían sido encarcelados, golpeados y torturados, pero se mantuvieron firmes en sus esfuerzos por llevar la verdad, la libertad y la justicia al país.
Las personas que huyen de sus países huyen para salvarse, buscan seguridad y un trabajo que los sostenga. El factor común en ambas situaciones es el hecho de que los Estados Unidos es responsable de gran parte de ese dolor y sufrimiento, lo que llamamos «causas fundamentales». En los Estados Unidos estamos diciendo a los inmigrantes que no pueden venir incluso cuando los negocios americanos están extrayendo sus minerales y destruyendo sus vías fluviales. Cuando los inmigrantes intentan entrar legalmente, se les trata muy mal y con frecuencia son separados de sus familiares o rechazados en la frontera.
Como católicos, deseamos sondear nuestras almas, nuestras creencias y enseñanzas, y ponerlas en práctica. Nos damos cuenta de que lo que está haciendo nuestro país es inmoral y tenemos que responder de tal modo que se escuchen nuestras voces. La desobediencia civil es un modo de llamar la atención a la inmoralidad que hace nuestra nación en nuestro nombre. Creemos que algunos de los que toman decisiones escucharon nuestras súplicas por más cordura, civilidad y humanidad en la frontera y más allá.