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Creando un lugar para todas las personas

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Por la Hermana Betty Scanlon

A lo largo de nuestras vidas hemos encontrado muchas puertas y umbrales. Algunos, imagino, los compartimos. Otros, han sido puntos de entrada o de salida que se han dado de manera única y personal en cada una de nosotras. 

Por más de treinta años en el Ministerio de la Misericordia he tenido el privilegio de visitar y realizar mi apostolado con colectividades más allá de las fronteras de Estados Unidos, en comunidades de inmigrantes de los estados de Pensilvania, Carolina del Norte, Texas y Nuevo Jersey, y he compartido también con quienes viven con la adicción en el norte de Filadelfia, Pensilvania. Me han dado la bienvenida a través de muchas puertas, algunas apenas entreabiertas y otras abiertas de par en par. Puertas de la cultura, la raza, la abundancia, la violencia, las desigualdades, los prejuicios, el sufrimiento, la enfermedad y la alegría.

Este Día de la Misericordia, estamos invitadas a meditar en «Abrir puertas: Crear espacios de acogida». Oigo en estas palabras un llamado a participar activamente en la apertura, a estar conscientemente presentes mientras el amor abre los espacios creativos.

A veces, hace falta un encuentro inesperado para tomar conciencia y comprometerse en la apertura de una puerta. A veces, hace falta alguien como Deborah.

Una noche, mucho después de la hora de cierre, cuando me disponía a correr el pestillo para dejar el Centro Comunitario de Visitación en el norte de Filadelfia, vi a una mujer desconocida en medio de la calle. Mientras se acercaba vi que era evidente que estaba llorando y le pregunté si podía ayudarla. Deborah me contestó que llevaba horas recorriendo las calles de Kensington en busca de su hija que se había escapado de casa; Deborah temía que hubiera venido a nuestro barrio a comprar y consumir drogas. Mientras caminaba hacia mí, me mostró una foto de Tiffany. Llevaba horas preguntando a la gente de todo el barrio si habían visto a su querida hija. Estaba agotada y asustada.

La invité a entrar en el centro abriendo de nuevo la puerta. Una vez cruzado el umbral, lloró mientras me contaba las luchas de su familia y la vida que llevaban en una acomodada comunidad de las afueras de la ciudad. La escuché, lloré un poco y saqué copias de la foto, prometiendo hacerla circular en la zona. Tenía toda su información y prometimos seguir en contacto. Y así lo hicimos. Durante mucho tiempo, nuestra comunidad estuvo pendiente de Tiffany.

Ahora me vienen a la mente las palabras de Jesús: «Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá». Las puertas dan un significado real a estas palabras del Sermón de la Montaña. Son pasajes misteriosos, y el mero hecho de cruzar el umbral es un don de la Misericordia. Esta semana, celebramos la fiesta de Nuestra Señora de la Merced y una puerta que se abrió en Dublín en 1827, una puerta en la Misericordia, una puerta que estamos llamadas a abrir y a crear un lugar para todas las personas.