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El verdadero personaje de María Magdalena

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Por la Hermana Eloise Rosenblatt

María Magdalena ha sufrido estereotipos milenarios como prostituta reformada. Es cualquier mujer en los Evangelios que no tiene nombre, se le conoce como atrapada en adulterio, o comprando ungüento costoso, o llorando a los pies de Jesús; se le identifica como María Magdalena la «mujer pecadora». Esta identificación errónea proviene de exégetas y predicadores varones, incluso de Ignacio de Loyola en sus Ejercicios espirituales.

Y solo porque mujeres intérpretes de las Escrituras han corregido vigorosamente este punto de vista en los últimos 40 años, más o menos, que ahora podemos enfatizar el verdadero personaje de María Magdalena: ella es la primera en atestiguar la resurrección de Jesús y la primera mensajera autorizada para decir a los discípulos que Jesús estaba vivo.

Hay muchas Marías en los Evangelios: María de la Anunciación, casada con José y madre de Jesús; María de Betania, la hermana de Marta. Está la «otra María» que se distingue de María, la madre de Jesús. María, la madre de Santiago, que acompaña a María Magdalena a la tumba y regresa con Magdalena para contar los hechos a los discípulos. Por el contrario, a María Magdalena no se le conoce por su relación con un esposo o la identidad tribal de su padre. No se nombra ni a su padre ni su madre. De Magdalena no se nombra a ninguna hermana o hermano, ni tampoco que tenga un hijo.

Lucas la distingue como una mujer robusta y enérgica; que había sido curada de algunas dolencias bastante graves. «Liberada de siete demonios» significaría que ya disfrutaba de una salud radiante, magnetismo personal, resistencia física y abundante generosidad como filántropa. Había dejado atrás el pasado y liberada de todo aquello que impide a una mujer usar sus dones, su libertad personal, movilidad, servicio significativo hacia los demás, identidad con el bien mayor y el sentido espiritual de la misión.

Ella, junto con otras mujeres, apoyó a Jesús con sus propios recursos (Lucas 8, 1-3). En la práctica, esto significaba que así como ella y otras mujeres de Galilea, proporcionaron el respaldo financiero para el ministerio de Jesús cuando «pasó por las ciudades y los pueblos». Esta sororidad no estaba comprometida por responsabilidades familiares o domésticas, pudieron delegar a otras personas. Ningún esposo las retuvo, y evidentemente no se sentían atadas por las normas femeninas tradicionales que restringían su «salida» por el camino. El apoyo filantrópico de María Magdalena a Jesús incluyó los gastos de los 12 (o más) discípulos cuando estaban de viaje. Lo más probable es que también ella subsidiara las necesidades diarias de esposas e hijos que los discípulos dejaron atrás, cuando dejaron la pesca para seguir a Jesús. Ella y las otras mujeres de Galilea también se pagaban sus gastos (alojamiento, comida, viajes) cuando peregrinaban a Jerusalén, en los días de viaje hacia el sur.

María de Magdala. ¿Qué significa que se identifique con una ciudad? Como «una mujer de Samaria», a María Magdalena se le conoce por el lugar de donde proviene. Jesús mismo es descartado e identificado como un Nazareno, el «hijo del carpintero», cuyos familiares son conocidos por la gente del pueblo de Nazaret. A diferencia de Nazaret como pretexto para desestimar a Jesús, la ciudad natal de María Magdalena era una razón para respetarla.

¿Qué hay de Magdala? No era un pueblo cualquiera, como Cafarnaúm o Betsaida, de donde venían los discípulos varones. Magdala no solo era un pueblo en particular, sino que señalaba un distrito de pesca comercial en todo lo largo de la costa occidental del Mar de Galilea o del Lago de Tiberíades, dependiendo de si se usaba el nombre judío o el nombre romano de la localidad. Magdala era un centro económico donde se procesaba pescado salado de los peces de agua dulce capturados en el Mar de Galilea y con sabor distintivo. El pescado que los discípulos capturaban para ganarse la vida se pudo haber vendido principalmente a vendedores comerciales, los que se dedican al negocio de exportación de pescado salado, que transportaban el producto por todo el Mediterráneo como un manjar.

El negocio de exportación involucraba relaciones cooperativas entre pescadores judíos y negociantes romanos relacionados al transporte marítimo. No podemos saber con certeza cómo María Magdalena disfrutaba de autonomía económica o cuál era la fuente de su fortuna, pero lo más probable es que fueran ganancias del negocio de pescado salado. Además, estaba orientada socialmente a las relaciones de cooperativas con los ocupantes romanos y no alejada políticamente de los romanos como lo eran algunos de los seguidores de Jesús.

Cuando María Magdalena se encontró con Jesús en la tumba después de su resurrección, fue la primera entre los discípulos en hacerlo. Todos los Evangelios admiten este hecho de flexión de género. Cuando encontró a Jesús en el jardín, estaba en el camino, en peregrinación, lejos de su hogar en Galilea, en Jerusalén. Ella tenía todas las bases para la desorientación y la distracción en un momento en que el festival de Pascua se había convertido en una pesadilla y se vio afectada por el arresto y la ejecución de su maestro; ella no sabía qué esperar. Miedo, impotencia, pena, confusión, incredulidad.

Pero centrada por su encuentro personal con Jesús, encontró su base emocional y no perdió su voz. Regresó con los discípulos e informó lo que vio y oyó decir a Jesús. No se contuvo. Habló con energía y pasión. Por eso la amamos y recordamos. En su fiesta, dejemos que nos inspire la fuerza de su generosidad económica y de buscar decir la verdad.