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Abramos nuestros corazones — Lo que desearía que los obispos hubieran dicho

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Por la Hermana Karen M. Donahue

Dado el clima racial en los Estados Unidos hoy, como muchos, me alegró escuchar que la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos aprobó una nueva carta pastoral sobre el racismo, Open Wide Our Hearts [Abramos nuestros corazones], en su reunión de noviembre de 2018 en Baltimore. Los obispos han hecho declaraciones antes (Discrimination and Christian Conscience [Discriminación y conciencia cristiana], 1958 y Brothers and Sisters to Us [Hermanos y hermanas para nosotros], 1979), pero estas enseñanzas nunca parecieron llegar a los católicos practicantes. ¿Será diferente esta vez?

Mi mayor decepción con Abramos nuestros corazones es que nunca se menciona el privilegio blanco, y mucho menos se discute. A través de mi experiencia como miembro del Equipo del Instituto para Transformación Antirracista (EITAR), que se inició para crear una identidad antirracista dentro del Instituto, he aprendido que el racismo consiste en privilegiar a un grupo a expensas de los demás. Mientras los obispos discuten largamente la opresión experimentada por los nativos americanos, afroamericanos e hispanoamericanos, creo que hubiera sido más útil y desafiante si hubieran reflexionado sobre cómo el racismo favorece a la gente de raza blanca y hace que la experiencia de los blancos sea la norma.

Los obispos son dignos de mérito por reconocer que la Iglesia ha ayudado e instigado el racismo a lo largo de los siglos. Sin embargo, la Doctrina del Descubrimiento merece mucha más atención que la breve mención que recibe en Abramos nuestros corazones. Sospecho que la mayoría de los católicos blancos nunca han oído hablar de la Doctrina del Descubrimiento (1493) —una serie de bulas papales que legitimaron la confiscación de tierras en áreas del mundo más allá de Europa y la esclavitud de los pueblos indígenas a manos de los exploradores portugueses y españoles. En un sentido real, bautizó la llamada Edad del Descubrimiento. ¿Por qué no aprendí sobre esto en algún momento de mis 16 años de educación católica? ¿Incluye el programa de estudios actual de nuestras escuelas una discusión honesta y una mayor comprensión de la historia del colonialismo y el papel de la Iglesia en este proceso, cuyo impacto destructivo continúa resonando hasta el día de hoy?

Los obispos admiten que la complicidad en el pecado del racismo continúa cuando los líderes de la Iglesia no se pronuncian en contra de la violencia racial y la injusticia. En un momento en que discursos y comportamientos racistas son encarnados y tolerados en los niveles más altos de nuestro gobierno; cuando los grupos de la supremacía blanca se llenan de valor para abandonar sus túnicas y capuchas y marchar por nuestras ciudades; y cuando los estados promulgan medidas para privar de sus derechos a los votantes de color, la voz profética de la Iglesia es más necesaria que nunca. Pero debe hablar en términos explícitos, no con generalidades vagas.

The Martin Luther King Jr. Memorial in Washington D.C.
El Monumento a Martin Luther King Jr. en Washington DC

En preparación para el recuerdo de hoy de la vida, misión e intenciones del Dr. Martin Luther King, Jr. de Birmingham, volví a leer la Carta desde una cárcel de Birmingham del Dr. King, escrita en abril de 1963. Fue su desafío a los miembros de las iglesias blancas que estaban molestos por las manifestaciones que tuvieron lugar en Birmingham. La urgencia y la pasión de la carta contrastan con el tono prosaico de Abramos nuestros corazones.

Han pasado casi 56 años desde que el Dr. King escribió esa carta en Birmingham. Sus palabras siguen resonando:

Supongo que debía haberme dado cuenta de que pocos son los miembros de la raza opresora capaces de comprender la profundidad de los gemidos y la pasión de los deseos de la raza oprimida, y aún no menos los capaces de ver que la injusticia necesita ser extirpada mediante una acción poderosa, persistente y decidida.